El 19 de diciembre de 2001 es una fecha clave en la historia reciente de Argentina. Constituye la primera de las jornadas revolucionarias que llevó a la caída del gobierno de Fernando de la Rúa. En la noche de aquel día, ante la creciente resistencia social, el presidente radical había declarado el estado de sitio. La respuesta fue masiva y en las calles.
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Precedentes de la rebelión
El estallido social de diciembre de 2001 estuvo precedido por una aguda crisis económica. La misma estaba definida, entre otros factores, por una recesión prolongada, una deuda externa insostenible y un sistema financiero que estaba al borde del colapso. La crisis de la convertibilidad –paridad establecida por ley entre el peso y el dólar- se extendía en el tiempo desde hacía por lo menos 5 años. Sin embargo, en aquel 2001 se hizo aún más aguda.
Esa precaria situación se sostenía, al mismo tiempo, con una represión brutal destinada a garantizar el ajuste. De la Rúa venía implementando políticas de ajuste fiscal, que incluyeron recortes en el gasto público y aumentos en los impuestos, agravando la situación social.
La represión había iniciado temprano en aquel gobierno, casi al mismo tiempo de la asunción de De la Rúa, con el asesinato de dos manifestantes y decenas de heridos ocurridos en el puente Belgrano, que une Resistencia a Corrientes.
El ajuste había disparado un proceso de resistencia, que se extendía desde los últimos años del menemismo. Ese proceso había incluido cortes de rutas, paros nacionales, rebeliones de distinto tipo en las provincias y otros procesos de lucha.
Los saqueos y el corralito
Un factor clave en esa rebelión lo conformó el corralito, una medida de incautación de los ahorros bancarios de millones de personas decidido por el Gobierno de De la Rúa, cuyo ministro de Economía era Domingo Cavallo, uno de los ídolos de Milei.
Esa acción fue esencial para disparar un salto en el proceso de lucha y movilización que se venía dando ya. De hecho, el 13 de diciembre de 2001 la CGT había protagonizado un enorme paro nacional.
La crisis social se hacía sentir profundamente. En los días previos se habían producido saqueos en distintos puntos del país, protagonizados por miles de personas que se encontraban en situación de hambre.
El mismo 19, en respuesta a esa crisis, De la Rúa decreta el estado de sitio. La respuesta es masiva: en primer lugar, se dan cacerolazos, tanto en CABA como en otras ciudades importantes del país. En la capital, comienza una movilización masiva que se dirige hacia Plaza de Mayo, en repudio a la medida.
Divisiones en la clase capitalista
Aquella rebelión se dio en un marco signado por la crisis y divisiones que existían al interior de la clase dominante. Ante el estancamiento económico producto de la convertibilidad, el gran empresariado se había dividido entre un sector que propugnaba salir de ese esquema por medio de una devaluación y otro sector –ligado al mercado financiero internacional- que empujaba por una salida mediante la dolarización.
La rebelión popular impuso una salida obligada del esquema de la convertibilidad. El sector del gran capital más ligado al mercado interno impuso una salida mediante la devaluación, que implicó un ataque brutal al salario de la clase trabajadora. La CGT y los sectores sindicales burocráticos del peronismo apoyaron esa salida.