Menem hay muchos y cuesta saber quién es

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Ariel Winograd hace mucho tiempo que sabe contar. Ahora, después de su Guillermo Coppola, da otro paso en el universo del biopic que sirve como radar de una era: el expresidente Carlos Saúl Menem. La serie de seis episodios se acaba de estrenar en Prime Video, después de una amenaza judicial que buscaba frenar el estreno. Menem es interpretado con un compromiso feroz por Leonardo Sbaraglia, uno de los actores argentinos que todavía saben perderse en un rol –y que lo hace en el mejor sentido, lejos de la imitación y más cerca de algo que roza esa mística que el cine sabe generar, incluso cuando no es cine–. Sbaraglia respira como Menem, y logra, en nada, aquel magnetismo que oscilaba entre lo maquiavélico y lo evidente, una mezcla tremenda que definió las radiaciones de los años 90. Es el mismo Winograd quien confirma: “Quería capturar los años 90 plasmados desde uno de los personajes más importantes y más representativos de aquella década en Argentina. También por otro lado como que pensaba en las generaciones que no conocieron a Menem: ¿cómo explicamos que esto pasó? No desde un juzgamiento, sino desde la sorpresa de que eso pasó. Hay algo en la esencia de lo que representa Menem: por un momento era estar filmando Los Sopranos, en un momento era un sitcom, en otro era Clave de sol. Era un viaje de egresados a veces para nosotros, sobre todo por “lo que se venía” en el rodaje: ‘¿che, ahora el Menemóvil? ¿Y la Ferrari? Eran los Grandes Éxitos del menemismo’”.

Sbaraglia es el mascarón de proa de un equipo entregado a esa reconstrucción que supera la mímesis para dar pasos, otra vez, de cine. Se le suman Griselda Siciliani como Zulema Yoma y Juan Minujín, Marco Antonio Caponi, Agustín Sullivan, Cumelén Sanz, Jorgelina Aruzzi, Alberto Ajaka, Violeta Urtizberea y Martín Campilongo, entre otros. Winograd sabe de actores, sabe de moverse siempre, nunca frenarse: cuenta con nervio, con ideas, sin freno. Sin dudas, Menem es la gran serie que Prime Video quería contar hace rato. Y una de las mejores argentinas del año. Entonces, ¿qué buscaba Sbaraglia en este personaje? Sbaraglia: “El Picasso que estaba buscando no lo sé. Pero sí busqué entrar adentro de este hombre. Tratar de entenderlo. Algo difícil de captar era la mirada”.

—Hay algo que aparece: la capacidad de Menem para la seducción, de todos. Desde el mano a mano golpeando puertas por fotos hasta resolviendo puertas adentro posibles escándalos políticos, con coimas incluidas. ¿Cómo querían capturar eso sin convertirlo en una caricatura?

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WINOGRAD: Menem era muy camaleónico. Era un Zelig.

SBARAGLIA: Menem hay muchos y cuesta saber quién es. Yo me fui metiendo en el cuerpo, en la piel, de un animal salvaje frío. Como si en él conviviese lo salvaje y lo frío. Era un tipo muy especial en ese sentido. Era un tipo brillante, tremendamente inteligente. Tenía un poder muy fuerte, muy fuerte.

W: Eso se sentía en el rodaje, todo el tiempo pasaban cosas.

S: Nosotros tenemos para hacer un documental.

W: Con Leo, una vez que encontramos al personaje fue crucial pero costó: él me mandaba audios, con la voz, con el acento, con ideas. Letra por letra, palabra por palabra. Una vez que tuvimos todos los ensayos, la prueba de cámara, lo primero que sacamos fue la foto que sacó Olegario, con Menem sobre el caballo. Leo tenía casi dos horas de preparación en maquillaje y más. Durante esas nueve semanas de rodaje, yo no lo vi más a Leo, porque lo veía a Menem en el set. Suena un poco a ¿estos pibes de qué me están hablando? Llegó hasta el punto la conexión en la que estábamos, que nos dijeron si queríamos ir en un remís juntos en Anillaco. Dijimos que no. Nunca iba al motorhomme.

S: (Se ríe) Leo y Wino no se relacionaban.

—¿Qué pasó al contar esta historia y recorrer lugares puntuales como la Casa Rosada, Anillaco o mismo el Congreso?

W: Leo con la energía que llegaba genera mucho, y nos pasaba algo particular con todo el equipo técnico, nombres como el Chango Monti, con quien hice siete películas: todos con experiencia o no sentían que había una mezcla de respeto, miedo y humor, había una sensación de acá estamos haciendo algo, algo diferente, con mucha verdad. Entramos todos.

S: Después queda en la subjetividad de la gente, si está logrado o no, pero la búsqueda a nivel personal, o de él como director, se logró.

W: Logramos la verdad que fuimos a buscar. Por ejemplo, hacíamos una escena con muchos extras, y todos los extras aplaudían. Todos los sets implicaban un viaje para todos los involucrados.

S: Yo me metí tanto, que por ejemplo en esos sets con muchos extras, así como lo hacía Carlos, terminaba con ganas de conquistarlos, como si fueran votantes. En La Rioja me dieron un bebé para que me sacara una foto. Entonces, cuando había muchos extras, iba uno por uno, tenía que ocuparme de ellos: los saludaba a lo Menem, prendía esa energía y empezaba “¿Cómo es tu nombre? Arielito querido”.

—Leo, ¿cómo fue ese viaje para convertirte en Menem? ¿Qué sentías al interpretar a alguien que marcó una era, para bien o para mal, y que es casi el primer presidente mediático de una forma similar a la que se muestra el poder o las celebridades hoy?

W: Vos estabas con una energía que era fuerte. El capítulo 6, cuando Menem tiene una situación extrema. Ahí en un momento agarra Leo un cuchillo. Y yo pensé, uh, pará. No es que fuera a hacer nada, eh, pero llegó Leo a un nivel de entrar en el personaje, que para mí fue muy emocionante. El compromiso del laburo, de la entrega. No estaba Leo, eso pasaba e impresionaba mucho.

S: Yo estaba completamente capturado. Tuve muchas sensaciones, muy abstractas. Estas sensaciones de transitar una energía, de tanto va el cántaro a la fuente. Yo no soy creyente, pero me daba la sensación de que uno jugaba con cosas que no podés manejar del todo. Estás hablando de una persona que es muy power, que no está entre nosotros. Estaba muy presente todo el tiempo. Me veía en el espejo y era muy fuerte. Ya maquillado, me empecé a ver en las pruebas y cuando aparecía yo me veía, mi hija me veía, y era un desdoblamiento muy extraño, que me ayudaba mucho al trampolín imaginario para lograr al personaje.

W: Pasaba con todos, pasaba con Griselda Siciliani, con Juan Minujín, que se sentían como otras personas. Había un juego de representación, donde yo sentía que no filmaba con Leo. Ese viaje lo vivimos y yo siento que ese viaje quedó grabado. Todos, todos los que trabajamos en la serie, quedamos atravesados por la experiencia.

S: Yo nunca había trabajado tanto para un personaje. Ya habíamos trabajado juntos en El gerente. Wino de las once horas de un rodaje, estás filmando nueve. Como mucho se filman cinco o seis. Él filma mucho. Más que tomas filma planos. Te va llevando a un lugar más creativo. No te deja pensar, si yo pensaba, había cosas que no se iban a lograr.

W: Ojo, yo también no me dejaba pensar. Fuimos a la Casa Rosada, en el Congreso… recrear esos momentos le terminaban de dar una verdad. La casa en La Rioja donde filmamos era una casa relacionada con Menem.

S: O filmar con Fernán Mirás, haciendo de Alfonsín. Con la relación hermosa que tenemos, de toda la vida, de Tango feroz. Era Tanguit/Alfonsín/Menem. Era un montón.

W: Todos confiamos mucho en lo que estábamos haciendo. Estamos muy orgullosos del resultado.

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