Cuando una fuerza política forma una alianza con otra, lo hace porque cree que eso la fortalecerá. Si un gobierno llega a un acuerdo con un partido de oposición, cree que eso le conviene. Por eso lo exhibe, sus líderes se toman fotos saludándose y proyectando una imagen que haga ver el acuerdo.
En 1972, Ricardo Balbín y Juan Domingo Perón se dieron un abrazo, a pesar de haber sido adversarios políticos durante muchos años. Fue uno de los eventos antigrieta más importantes de la historia política argentina. Balbín dijo: “Había que dar ejemplos y amigar al pueblo y nada más que por eso fui a hablar con Perón”. La política tiene también sus ritos y a veces los símbolos son más importantes que las palabras. El abrazo de los dos grandes líderes marcó un hito en nuestra historia. No habría ocurrido lo mismo si Balbín se introducía subrepticiamente en la noche en la residencia del líder justicialista para conversar con uno de sus parientes. La última semana ocurrió algo inexplicable: Mauricio Macri logró ser recibido por la hermana de Milei, mientras el Presidente dormía, hizo un acuerdo para respaldar incondicionalmente al Gobierno, a cambio de dos puestos secundarios en la lista de candidatos a diputados de la Ciudad de Buenos Aires. Las condiciones que aceptó no fueron propias de una alianza, sino la liquidación de lo que fue, hasta hace poco, la alternativa de cambio de la Argentina, que gobernó la Capital por veinte años, ganando todas las elecciones que se produjeron en ella desde 2005. En ese año se formó el PRO, con un poco de gente idealista que quería fundar una alternativa republicana al kirchnerismo y al peronismo que manejaba la Ciudad con una coalición encabezada por Aníbal Ibarra, que había derrotado en elecciones sucesivas a Domingo Cavallo y Mauricio Macri.
Cuando se planteó la posibilidad de que Macri fuese candidato a la Jefatura de Gobierno, buena parte del naciente PRO quiso que más bien se postulara como candidato a presidente de la nación, para enfrentar a Cristina Kirchner, para que la dirigente peronista no obtuviera una votación abrumadora. Otros teníamos ya en la mira lograr ganar la presidencia de la nación y sabíamos que no era bueno sufrir derrotas que conviertan Macri en el “eterno perdedor”. Cristina ganó en una sola vuelta, con el 45% de los votos, duplicando a los de su inmediata opositora.
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Al comienzo, Macri tenía negativas muy altas, pero supo ser un gran candidato, dio la vuelta a las cifras con paciencia, desde su postulación para diputado por la Ciudad en 2005. Armó desde el principio una maquinaria técnica impecable que lo ayudó a ganar todas las elecciones en las que se presentó o auspició a un candidato durante casi veinte años.
En 2007 ganó la Jefatura de Gobierno, en segunda vuelta, con el 61% de los votos. El nuevo Gobierno de la Ciudad reunió a mucha gente inteligente que, en general, no tenía antecedentes políticos. Tuvo la oportunidad de participar en los distintos gobiernos en que participó el PRO y son ahora políticos con experiencia, algunos de los mejores que hay en el país.
Nosotros veníamos estudiando el tema de los outsiders desde el fin de la Guerra Fría, y nos entusiasmaba la posibilidad de ayudar a un proyecto nuevo, con gente sin una hoja de vida política frondosa, pero que actuaba de manera inteligente para atraer el favor de un sector de la población que, ya en ese entonces, manifestaba su desencuentro con la política tradicional.
Desde un primer momento la estrategia de comunicación del partido y del gobierno combinó el elemento novedad, con una actitud positiva, hablando más del futuro que de las heridas del pasado. Había una ventaja: la mayoría de los dirigentes del naciente partido empezaron a hacer política en el siglo XXI, no tenían en su cabeza los resentimientos y temas propios de quienes vivimos la última etapa de la Guerra Fría, que fue particularmente violenta en la Argentina, por la acción de las formaciones guerrilleras y de las fuerzas armadas, que dejaron una huella profunda en quienes vivimos en el país en esa etapa.
En el primer período al frente de la Ciudad, Macri afrontó problemas complejos, no logró cimentar del todo la imagen de su gobierno en la Ciudad y en el país. En el círculo rojo hubo una lectura equivocada de los resultados de las elecciones de 2009 en la provincia de Buenos Aires, en donde Francisco de Narváez ganó los comicios a la poderosa lista presentada por el peronismo, encabezada por Néstor Kirchner, Daniel Scioli y Sergio Massa. Algunos analistas y políticos que no estudiaron el fenómeno en profundidad creyeron que el peronismo estaba acabado. Se especuló incluso con que los Kirchner se irían a Venezuela. Nosotros dijimos siempre que Cristina tendría un triunfo contundente y así fue: obtuvo el 54% de los votos en la primera vuelta. Felizmente, Macri no cayó en la tentación de ser candidato, se reeligió en la Ciudad, y en su segundo período pudo consolidar su obra y comunicarla al resto del país.
Terminado el segundo gobierno de Macri, fue elegido jefe de Gobierno de la Ciudad su jefe de Gabinete, Horacio Rodríguez Larreta, en un ajustado final con el radical Martín Lousteau. Una mayoría absoluta de la Ciudad votó por candidatos liberales. Después de su primer período al frente de la Ciudad, Rodríguez Larreta consiguió, por primera vez en la historia, ganar la reelección en una sola vuelta. Terminado su período, ganó las elecciones Jorge Macri, que no hizo un gobierno tan eficiente como los de sus predecesores, pero mantuvo a la Ciudad en términos aceptables.
El PRO siempre tuvo una estrategia abierta, que convocó a mucha gente con valores republicanos y progresistas, que no se identificaba con el peronismo. Su atención se dirigió a servir a los porteños, no a vigilar y castigar.
El gobierno de Macri fue el único que tuvo cercanía con el gobierno de izquierda de la capital mexicana presidido por Marcelo Ebrard. Fueron muchos los intercambios que enriquecieron a las dos ciudades, Ebrard asistió a la toma de posesión de Macri en su reelección y Macri viajó a México para la posesión del sucesor de Ebrard. Sin duda fueron los gobiernos municipales más interesantes de la época, que hicieron cosas parecidas, construyeron bicisendas, el bus articulado de la 9 de Julio se inspiró en el construido por AMLO, y muchas actitudes progresistas, como la actitud ante el matrimonio igualitario.
El fanatismo no fue parte de la ideología del PRO, que permitió la discusión abierta de muchos temas, como el aborto voluntario. La obra de estos gobiernos en el campo de la cultura fue enorme. Macri invirtió cien millones de dólares en restaurar el Teatro Colón, símbolo de nuestra vida cultural. Sabía que Buenos Aires es la capital cultural de América Latina, no un lugar de venta de mates de plástico para turistas.
En definitiva, para efectos del análisis electoral, habría que recordar que la Capital apoyó por amplia mayoría al PRO en las decenas de elecciones de todo tipo que tuvieron lugar en dos décadas. Sus jefes de Gobierno mantuvieron el apoyo de la mayoría de los vecinos a través de todo el tiempo. Bastantes ciudadanos de menos de 40 años han votado toda su vida por el PRO y aprobaron su obra, sin preocuparse por si la Ciudad tenía déficit cero en sus finanzas, como lo han tenido Paraguay, el México de AMLO, el Chile de Boric, el Brasil de Lula, y el Uruguay de Yamandú Orsi con sus gobiernos de izquierda.
Es obvio que, si el gobierno de Milei quería conseguir votos en la Ciudad, una alianza con el PRO le convenía. Hay bastantes dirigentes del PRO que hicieron cosas por la Ciudad. Había que exhibirlos, ponerlos en sitios visibles. No he estudiado en detalle el tema, pero el nombre y los símbolos del PRO deben mover bastantes votos a pesar de las equivocaciones cometidas por sus dirigentes en los últimos años.
Otra cosa ocurre si lo que pretenden los miembros del Gobierno es acabar con el PRO. Ni bueno ni malo, solo que cuando se trabaja con estrategia, lo que se hace tiene algún sentido. Si La Libertad Avanza Carajo quiere borrarlo del mapa, tiene sentido que impidan que aparezcan en la campaña su nombre, sus colores, sus símbolos, y sus dirigentes. Prohibir que asome en la campaña el actual jefe de Gobierno de la Ciudad y los que lo precedieron es una equivocación, les quita votos.
No es bueno dejarse llevar por los entusiasmos de encuestadores que por su cercanía con el Gobierno se pueden equivocar de buena fe. La imagen de Milei viene declinando desde hace rato como pude ver en varios estudios como los de la Universidad de San Andrés. Macri está con la peor imagen desde 2005 con 56 negativas y 43 positivas, que es muy parecida a la de Milei, 54 positivas y 45 positivas. María Eugenia Vidal tiene 54 negativas y 44 positivas, mientras Karina Milei tiene 65% de negativas y 32% de positivas.
El síndrome de Hubris es el peor enemigo de los líderes. La mayoría, cuando llegan al poder, se creen todopoderosos y eternos, insultan a todo el que no les obedece, atacan a la prensa y creen que su proyecto será eterno. En la sociedad posmoderna caducó la idea de los partidos de masas eternos. Vivimos el imperio de la levedad propia del espectáculo. Incluso los líderes más importantes del mundo toman decisiones graves, que matan a miles de personas, con el ánimo de quien juega en un tablero solo, sin tomar en cuenta que en realidad hay culturas, creencias, seres humanos.
Es comprensible pero equivocado que quienes dirigen la política del Gobierno quieran humillar a los dirigentes del PRO convocándolos a una reunión nocturna para tirarles unos mendrugos a cambio de su propia destrucción. Lo que es inverosímil es que el líder de un partido, que además es un expresidente de la nación, haya aceptado ese destrato, que será rechazado por la mayoría de quienes lo apoyaron en la Ciudad de Buenos Aires por dos décadas.
El PRO se convirtió en una fuerza nacional cuando estuvo abierto a muchas gente con diferencias ideológicas que quería formar un centro republicano. Ahora, como vagón despreciado a la cola del tren libertario, afronta su extinción.