Después de muchos amagues, Juan Schiaretti y Facundo Manes finalmente oficializaron su alianza política en la ciudad de La Plata. Lo hicieron en un acto que intentó revestirse de convocatoria nacional, pero que no logró disimular su carácter marginal. Competirán en las elecciones bonaerenses de septiembre con un armado de centro, moderado y sin sello definido.
La presentación fue en el Centro Cultural Malvinas Argentinas, donde compartieron una disertación titulada “Hacia un modelo de desarrollo sustentable, productivo y federal”. El título, aunque con correctas intenciones, suena ajeno al clima social de época.
El exgobernador cordobés habló de “un país normal”, mientras el diputado neurocientífico pidió “salir de los extremos”. Pero ninguno pudo explicar con claridad por qué esta nueva opción, compuesta por viejos nombres de la política, despertaría el interés de una ciudadanía que ya se expresó contundentemente en 2023.
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Una propuesta tibia en un país cansado del populismo de izquierda
Schiaretti y Manes insisten con el discurso de la moderación, pero ese lenguaje político parece haber caducado. En un país polarizado, pero en claro crecimiento, hablar de equilibrio y diálogo suena desconectado de la realidad.
“Queremos construir una fuerza que defienda la producción, el trabajo y el federalismo”, dijo Schiaretti, como si el resto de los espacios defendieran lo contrario. Manes, por su parte, se posicionó contra “los extremos del kirchnerismo y los libertarios”, como si fueran lo mismo. Esto demuestra su total desconocimiento en materia política (y de la realidad también).
Esa falsa equidistancia es precisamente lo que el electorado viene rechazando. El centro, tal como lo entienden Schiaretti y Manes, no interpela a nadie. Es una zona vacía, sin músculo político ni emocional, carente de un electorado significativo.
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Críticas a Milei desde el viejo manual de campaña
Como era de esperarse, ambos aprovecharon el acto para cuestionar la gestión de Javier Milei. Schiaretti advirtió sobre los efectos del ajuste y repitió su crítica a la falta de obra pública. Manes fue más directo: “El país está mal, el médico es malo y el tratamiento es el equivocado”.
Pero las críticas no estuvieron acompañadas de propuestas innovadoras ni de una visión «superadora». Tampoco lograron explicar cómo competirán contra un presidente que conserva altos niveles de apoyo, ni contra el aparato residual del kirchnerismo.
Manes insistió en que representan “el post-mileinismo”, pero no explicó por qué una sociedad que recién eligió a Milei por mayoría debería escucharlos a ellos. Su apelación nostálgica a 1983, comparando a Alfonsín con Schiaretti, fue directamente desatinada.
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Un armado que ya nació fuera de tiempo
El nuevo espacio no tiene nombre, ni estructura sólida, ni demanda concreta. Lo integran dirigentes conocidos, con poco peso territorial real y sin respaldo social comprobable. El principal armador en Buenos Aires será Florencio Randazzo, otro político cuya carrera declinó hace años.
También suman a intendentes “moderados” como Fernando Gray o Guillermo Britos, pero no logran configurar una fuerza competitiva. Lo único que tienen en común es el rechazo al kirchnerismo y el envidioso recelo hacia Milei. Pero eso, en el actual clima político, no alcanza para ser competitivo electoralmente.
El electorado argentino ya dejó en claro que no quiere volver atrás ni quedarse en un punto intermedio. El “ni-ni” se agotó, y el 2027 que añoran estos dirigentes se percibe sólo como una simple expresión de deseo. Afortunadamente, el nuevo experimento de Manes y Schiaretti es más una respuesta nostálgica de la vieja política que una opción real para el futuro.