MSCI decidió este mes mantener a la Argentina como “mercado standalone”, relegándola a la categoría más marginal del sistema financiero internacional.
La decisión, que posterga cualquier posibilidad de ascenso hasta junio de 2026, ignora el cambio de rumbo económico impulsado por el presidente Javier Milei y penaliza a un país que comienza a desandar años de desorden fiscal, control de cambios y falta de reglas claras.
Una decisión que no reconoce el esfuerzo de ajuste
El nuevo gobierno asumió con un mercado colapsado, reservas negativas, cepos múltiples y un historial de incumplimientos contractuales. En apenas seis meses, se alcanzó el superávit fiscal, se recortaron subsidios, se eliminó el financiamiento monetario del déficit y se avanzó en la desregulación de la economía.
Sin embargo, MSCI mantuvo su diagnóstico centrado en “restricciones al mercado de cambios” y “falta de estabilidad normativa”, sin valorar el sendero de reformas que ya comenzó a mostrar resultados concretos.
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“Es evidente que la Argentina ya no es la misma que en 2019. El camino de corrección está en marcha y las condiciones estructurales heredadas no se revierten en meses”, afirmó un analista bursátil local.
Los costos de seguir fuera de los índices
Al mantener a Argentina como standalone, el país queda excluido de los principales índices globales que replican fondos institucionales, como el MSCI Emerging Markets. Esto limita el ingreso de capitales de largo plazo y eleva el costo de financiamiento, incluso para empresas privadas.
Los efectos concretos de esta exclusión incluyen:
- Menor liquidez: Las acciones y bonos argentinos siguen fuera de los portafolios automatizados.
- Aislamiento financiero: El país no figura en los mapas de los grandes gestores globales.
- Freno a la inversión extranjera: Las señales regulatorias positivas no se ven reflejadas en los rankings de riesgo.
MSCI y su sesgo ideológico: bonos verdes sí, países en ajuste no
En los últimos años, MSCI ha virado su foco hacia criterios ESG (ambientales, sociales y de gobernanza), privilegiando la inclusión de bonos verdes y activos con «enfoque climático» en sus índices, incluso por encima del desempeño macroeconómico o la solvencia fiscal de los países.
Este sesgo ideológico deja afuera a economías emergentes que, como Argentina, están haciendo un esfuerzo genuino por reordenar sus cuentas y garantizar estabilidad. Mientras se premia a emisores con marketing ambiental, se castiga a un país que logró superávit fiscal en tiempo récord, sin considerar que la prioridad hoy es estabilizar la economía real y no cumplir con agendas impuestas desde organismos multilaterales.
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No es la primera vez: MSCI ya tardó años en reconocer mejoras en Argentina
La decisión de MSCI no sorprende del todo. Ya en los años 90, durante el proceso de liberalización económica del menemismo, el país demoró años en ser incluido como mercado emergente a pesar de cumplir con todos los requisitos técnicos.
Lo mismo ocurrió durante el gobierno de Mauricio Macri: aunque se eliminaron controles de capitales, se unificó el tipo de cambio y se garantizó acceso al mercado, MSCI recién actualizó la clasificación de Argentina en 2018, cuando gran parte del ciclo reformista ya se había debilitado. La historia se repite: el organismo actúa con lentitud, y muchas veces sus revisiones llegan tarde o cuando ya es demasiado tarde para aprovechar el envión inicial de confianza.
Una revisión postergada hasta 2026
La próxima revisión recién llegará en junio de 2026. Esto representa una oportunidad perdida para acelerar la integración de Argentina al sistema financiero global. Sin embargo, también es una señal de que el gobierno deberá profundizar su hoja de ruta y, a su vez, generar garantías institucionales que permitan que los cambios no sean revertidos en el futuro.