Casi 20 años después, condenaron a perpetua a cuatro hombres por asesinar a Otoño Uriarte en Río Negro

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En febrero de este año, un fallo unánime de la cuarta circunscripción judicial de Cipolletti declaró culpables a José Hiram Jafri, Maximiliano Lagos, Néstor Cau y Germán Antilaf por el asesinato de Otoño Uriarte ocurrido hace 18 años. Este jueves, se emitió el dictamen final: cadena perpetua para los cuatro.

La jueza Florencia Caruso Martin sentenció a la máxima pena posible a los cuatro hombres, conocidos de la víctima. Los consideró culpables de privación ilegítima de la libertad agravada con resultado de muerte.

Otoño había nacido en General Roca el 24 de febrero de 1990 y vivió un tiempo en El Bolsón. Después del fallecimiento de su mamá, en 2003, se mudó con su papá, Roberto Uriarte, a Fernández Oro, una localidad de Río Negro que para ese entonces contaba con menos de 10 mil habitantes.

Era una joven alegre y con carácter, a la que le gustaba la música, el deporte y el teatro. Siempre se reía y buscaba hacer reír a sus amigos. Sus ojos verdes miran hoy con firmeza desde incontables murales y empapelados por la región. Siempre la sospecha fue que resultó víctima de una red de trata para la prostitución.

Otoño Uriarte tenía 16 años.

Iba siempre de su casa a la escuela, al polideportivo donde jugaba al vóley y después volvía. En este trayecto, cerca del puente de la calle Kennedy, se juntaban a tomar quienes serían sus asesinos. En ese momento, tenían poco más de 20 años y Otoño los conocía, era compañera de la hermana de uno de ellos. Pero no por eso era agradable cruzarlos: le había expresado a su familia que este grupo la miraba y le decía cosas.

La desaparición: caminando por una calle oscura a metros de su casa

El 23 de octubre de 2006 fue un día como todos. Otoño almorzó con una amiga, fue a la escuela y a su entrenamiento. Los testigos repasaron los detalles de las últimas horas en que la vieron: cuando finalizó vóley, cerca de las 23, salió con dos amigas y saludó en el camino a Maximiliano Lagos y le prometió que le iba a hacer un regalo a su bebé. Siguió con ellas hasta que se encontró con su novio. Pasó un rato con él y siguió sola.

Había dejado su bicicleta en un garaje abierto de la casa de una amiga, pero cuando llegó, la bicicleta no estaba. La separaban de su casa a tan solo 700 metros. Decidió volver caminando por una calle de tierra y sin iluminación, en el acceso principal a la localidad. Cerca de la medianoche, su papá se preocupó al advertir que su hija no llegaba. Sin más dilación, salió a buscarla.

El celular de Otoño estaba apagado y no había noticias de ella en el polideportivo. Su padre intentó denunciar su desaparición en la comisaría local, pero la policía, encabezada por el comisario Ives Vallejos y el subjefe Víctor Cufré, desestimó el caso. La versión oficial sostenía que Otoño se había ido por voluntad propia, a pesar de que sus pertenencias seguían en casa.

A la semana, comenzaron a realizarse rastrillajes por la zona, pero la investigación fue negligente. Frente a esto, la familia de Otoño organizó movilizaciones junto a sus profesores y amigos y solicitó que el caso fuera investigado por la policía federal.

Los primeros indicios: el celular quemado y el vínculo entre policías y proxenetas

En marzo de 2007, por fin un indicio concreto. Un trabajador rural de la zona dijo que había encontrado un celular en la calle por la que caminaba Otoño, dos días después de su desaparición. Que quiso encenderlo junto a otro peón, pero al ver que no podían, su compañero, borracho, lo arrojó a una fogata. No lo había contado antes por temor.

Una de las marchas para pedir justicia por Otoño. Foto Archivo

Se confirmó que el celular era el de Otoño, pero esa pista no se siguió. El trabajador murió atropellado unos meses después.

En abril, una serie de escuchas telefónicas de la comisaría 8va de Choele Choel, Río Negro, apoyaban la principal hipótesis del paradero de Otoño: que había sido secuestrada con fines de explotación sexual. Las escuchas mostraban el vínculo entre la policía implicada y el proxenetismo:

–¿Sabés qué? Tengo que llevar a una chica para fichar, loco–

–¿Cómo está (la chica)? – contestó el oficial.

–Está re buena.

–Uy, qué los parió. Esperá… Le preguntamos al subco.

«Fichar» significaba falsificar la edad de la chica, menor de edad. Pero las escuchas no se incorporaron al expediente y la policía continuó protegiendo a los responsables. El «subco» Moisés Rodríguez fue trasladado y Daniel Vivanco- que respondió la llamada- fue procesado pero quedó libre. Vallejos fue promovido a jefe regional de la policía, mientras que Cufré sería ascendido a secretario de Seguridad y Justicia de Río Negro por el gobernador Miguel Saiz; en 2017, iría preso por los asesinatos de tres jóvenes durante la represión policial en el Alto Bariloche de 2010.

La familia de Otoño recorrió prostíbulos de forma incansable, siguiendo incluso pistas falsas y a sabiendas de que algunos miembros de las fuerza policial tenían vínculos con algunos de ellos.

La aparición sin vida

Seis meses después, se produjo aquello que más temían: el cuerpo de Otoño fue encontrado sin vida en un canal. Mutilado, quedó trabado contra las esclusas entre ramas y escombros y fue reconocido por su campera negra y un collar que ella misma había hecho. La autopsia determinó que tenía tres heridas con arma blanca y que el cuerpo había sido primero enterrado y arrojado al canal hacía alrededor de un mes.

Pero los asesinos habían dejado un rastro: un nylon en las cercanías, en el que se cree que trasladaron el cuerpo, llevó hacia los cuatro acusados a través de un rastro odorífero.

En 2008, fueron procesados, pero liberados por falta de pruebas y absueltos en 2014. La jueza cometió el error de procesarlos por encubrimiento y violación y homicidio a la vez, que en el Código Penal son dos figuras excluyentes. Durante estos años, 90 personas aportaron su testimonio y la jueza y el fiscal que encabezaron la primera investigación fueron destituidos por inoperancia. En 2015, el nombre de Otoño se sumó a los cientos de reclamos por el colectivo Ni una menos.

Luego de las destituciones, una nueva investigación

La causa se intentó archivar muchas veces. Pero en 2023, la abogada Gabriela Prokopiw reabrió el caso. Nuevas pruebas y avances tecnológicos permitieron esclarecer el crimen:

  • El pelo 17: un pelo extraído de la ropa interior de Otoño tenía una coincidencia genética muy alta con muestras del acusado Jafri.
  • La bicicleta: días después de la desaparición, Cau devolvió la bicicleta de otoño a su familia diciendo que la había tomado prestada para ir de urgencia a Allen. Se determinó que formó parte de un plan para que Otoño tuviera que volver caminando y pudieran interceptarla.
  • La deuda y el prostíbulo: el compadre de Lagos declaró que este le confesó que su tío –un narcotraficante ya fallecido– y su tía –que regenteaba un prostíbulo de Neuquén– le habían pagado para ir a buscar a Otoño a un lugar especificado pero que tuvieron que matarla «cuando se complicó». Otros testigos dijeron que era sabido que Antilaf «andaba necesitando plata».

Los imputados, que salvo uno estuvieron en libertad durante el juicio, llegaron a las audiencias con retraso, algunos de ellos borrachos y profiriendo insultos. Durante el juicio se contradecían, se culpaban mutuamente e incluso Antilaf implicó a Daniel Jara, actual ministro de seguridad de Río Negro. La condena a prisión perpetua es un paso más, pero la lucha por esclarecer el papel de la complicidad policial todavía continúa. La familia de Otoño sigue confiando en que la verdad se complete y se haga justicia en la causa Otoño II.

Maestría Clarín / UdeSA

AS

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